No me cabe duda que los principios y la ética tienen aplicación práctica en todos los aspectos de la vida, incluyendo los deportes.
En el actual torneo de fútbol conocido como «La Copa Oro» donde participan varias selecciones de países de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe, se presentó una situación ocurrida durante un encuentro entre las selecciones de México y Panamá, que captó la atención de los medios de comunicación (particularmente deportivos por supuesto) pero el tema principal no fue necesariamente la parte deportiva del encuentro sino un dilema moral que enfrentó un jugador al ejecutar un tiro de penal, con lo cual se desencadenó un debate ético de varios días entre los comentaristas deportivos, que mucho captó mi atención.
La situación fue la siguiente: Los organizadores del torneo, realizado en los Estados Unidos de América, estaban muy interesados en que la final del mismo fuera entre la selección local y el equipo de México, por la gran cantidad de aficionados de ambos países que serían atraídos y sus consecuentes ganancias económicas. Y dado que en el encuentro anterior, el equipo de los Estados Unidos había quedado eliminado, era muy importante para el éxito del torneo que el equipo mexicano llegase a la final.
Desde el inicio del partido fue bastante notable como el árbitro favoreció a la selección mexicana en algunas decisiones importantes; por ejemplo al omitir la expulsión de un jugador mexicano y por el contrario, expulsando a un jugador panameño en una situación bastante discutible. Pero la cosa no paró ahí. Después de que el disminuido equipo panameño logró adelantarse con un gran esfuerzo en el marcador ante el equipo de México (que ha jugado muy mal durante la copa) el árbitro del encuentro marcó un penal inexistente a favor del equipo mexicano, prácticamente en el último minuto del encuentro. Los jugadores panameños protestaron la decisión de forma enérgica ya que era obvio el “error” arbitral, con lo que se generó una “bronca” que puso en pausa el partido durante varios minutos.
Los propios jugadores mexicanos eran conscientes del error del árbitro y una vez reanudado el encuentro deberían ejecutar el tiro penal con lo cual el equipo de México tenía una gran posibilidad de empatar el partido y alargarlo hasta los tiempos extra.
La ejecución del tiro penal le correspondió al jugador Andrés Guardado, capitán del equipo mexicano, quien es uno de los jugadores más destacados de su selección y además un especialista en este tipo de ejecuciones.
Conocida la honorabilidad de este jugador, los comentaristas del encuentro, así como los propios aficionados, no estaban seguros de lo que ocurriría ni sobre cuál sería la decisión del jugador, que en esta ocasión particular no era tan fácil por cierto.
La opción más simple que tenía el jugador era ejecutar el tiro penal de la mejor manera posible y así lograr que su equipo lograra el empate y evitara la eliminación del torneo.
Por otro lado, él sabía que su equipo había jugado muy mal durante todo el encuentro; además sabía que la falta marcada por el árbitro había sido a todas luces “fabricada” por este; así que podía optar por echar intencionalmente la pelota hacia afuera de la portería, logrando así la “justicia deportiva” en el encuentro, y ganándose la simpatía de muchas personas en el mundo (particularmente de los panameños).
Sin embargo, para complicar aún más la situación, había otras cosas importantes que considerar: primeramente el jugador podía pensar que ni él ni sus compañeros de juego tenían culpa alguna del mal desempeño del árbitro; además, aunque él estuviera de acuerdo en errar el penal a propósito, esto no era necesariamente lo que su entrenador ni sus compañeros desearían, y dado que se trataba de un juego de equipo, tal vez debería tomar en cuenta la opinión de los demás. Con esta decisión, el jugador podría terminar también ante la opinión de muchos como el responsable de la derrota de su selección y de su consecuente eliminación del torneo, y para agravar más las cosas, la eliminación del equipo causaría la decepción de millones de fanáticos y directivos mexicanos, y podría además provocar la destitución del director técnico Miguel Herrera, hacia el cual había declarado recientemente su lealtad.
¿Qué debería hacer entonces el jugador? ¿Anotar el gol e intentar que su equipo ganara injustamente, sin importar la frustración y la rabia de los jugadores panameños?, ¿o quizás debería convertirse en un ejemplo de moralidad al fallar intencionalmente el gol para hacer justicia en el campo?
Si acaso no vieron el partido (es decir, si no son mexicanos o panameños) les comento que el jugador terminó anotando el tiro penal de forma brillante y su equipo terminó ganando el encuentro en los tiempos extra.
Fueron muchas las personas que opinaron en los medios a favor y en contra de la decisión del jugador mexicano. También fue mucho el tiempo que los distintos medios de comunicación invirtieron en el tema. No obstante lo interesante del debate, me parece que en primera instancia todos nos equivocamos de lugar. Más que entregarle la responsabilidad de hacer justicia al propio jugador, creo que habría otras preguntas más importantes que plantearse:
¿Cuáles fueron las razones que tuvo el árbitro para favorecer al equipo mexicano?
¿Hubo alguien que ordenara al árbitro favorecer al equipo de México?
¿Por qué hubo solamente reclamo oficial por parte de la Federación Panameña de Fútbol cuando todos los demás países participantes conocieron la situación e incluso correrían el riesgo de ser afectados de la misma forma en el futuro?
¿Es más importante el éxito financiero de los organizadores que los propios torneos deportivos?
Valdría la pena escuchar las respuestas a este tipo de preguntas por parte de los directivos y los organizadores del torneo, sin embargo, no está por demás que los aficionados al deporte, nos las planteemos igualmente.
Ciertamente hay otros ámbitos donde los principios y la ética pueden tener una aplicación más importante, sin embargo, no deja de llamar la atención que este tipo de cosas ocurran en actividades deportivas que se supone que en esencia son «sanas».
Todos podemos tener opiniones distintas. Lo importante es seguir utilizando la ética para revisar e intentar mejorar cada aspecto de nuestras vidas.
Debe estar conectado para enviar un comentario.